¿Qué
significa votar?
Para responder a esta pregunta, primero hemos de plantearnos qué motivo puede llevar a una persona a ser partícipe de este sistema electoralista que se ha venido a llamar parlamentarismo. Principalmente y para no dar muchos rodeos, podríamos asegurar sin temor a equivocarnos que aquel o aquella que decide acudir al colegio electoral el día de los comicios para elegir a tal o cual candidato lo hace porque cree que eso va a cambiar algo. Si fuera de otro modo, sería un tanto estúpido que alguien fuese a votar. Suponemos que aquel o aquella que lo hace tiene en mente que su elección tendrá alguna repercusión positiva en su vida.
Dicho esto, es menester señalar los orígenes del parlamentarismo tal y como lo conocemos hoy en día (democracia representativa). Podría decirse sumariamente que éste surgió en el siglo XVII en Inglaterra como resultado del conflicto entre lxs partidarixs de la monarquía absoluta y lxs burguesxs, lxs cuales habían estado acumulando progresivamente una gran cantidad de poder y capital, y cuya hegemonía terminaría de consolidarse con la Revolución Gloriosa de 1688.
Así pues, la democracia representativa se instauró como modelo predilecto por la burguesía británica para poder conservar su poder sobre el resto de la sociedad y evitar de este modo rebeliones violentas como resultado de mantener al pueblo sometido brutalmente y sin ninguna posibilidad de participar en el régimen (como anteriormente ocurría). Fue este sistema el que los demás países occidentales tomaron como modelo para implantarlo en sus respectivos territorios. De esta manera, se intentaba generar entre el pueblo una sensación de aparente democracia que permitiera a todo el mundo participar eligiendo a sus representantes.
Sabiendo esto, deberíamos tener siempre presente a quién pertenece la autoría del sistema parlamentario y con ello podremos averiguar a qué clase está destinado a servir. Por dar una pista para aquellxs que estén más perdidxs, les decimos de entrada que no pensaron precisamente en nuestro beneficio, en el pueblo, a la hora de idearlo. Solo lxs realmente ingenuxs pueden de verdad creer que lxs que ostentan el poder (tanto político como económico) han sido tan torpes como para crear un sistema que no pueden manejar y que se puede poner de un día para otro en su contra según el resultado de los comicios.
No es posible separar el poder político del económico, dado que estos mantienen una estrecha relación que se complementa y se regula. Que lxs dueñxs de las transnacionales y empresas más importantes controlan regladamente a «nuestrxs representantes» no es cosa nueva para nadie. Que podrían hundir un país o marginarlo terminalmente, tampoco. Pensar que llegar al poder basta para cambiar las cosas es una intuición bastante simplona. La clase que controla el mundo con sus métodos de coacción y explotación posee suficientes riquezas como para tener a miles de personas pendientes en todo momento de que sus planes vayan tal y como ellxs desean y que, si se sufre algún tipo de perturbación, ésta sea corregida en el menor tiempo posible. No obstante, su plano de acción solo se extiende a aquellas estructuras que por ellxs han sido creadas y, por ende, ideadas para servirles. Tal es el caso, como se dijo anteriormente, del sistema parlamentario. No cabe, entonces, posibilidad ninguna de cambio real desde los relucientes escaños que ocupan aquellxs que se atreven a insultarnos diciendo que representan nuestros intereses (bueno, tal vez así lo hagan y así lo quieran unxs pocxs, pero la cruda realidad es que estos intereses nunca van a poder ser materializados dentro del sistema parlamentario burgués por las causas a priori citadas, entre muchas otras).
Así, llegamos a la conclusión de que, el hecho de votar, lejos de suponer un acto democrático con capacidad de cambio, significa el aval a la explotación cotidiana y la legitimación del sistema que nos tiene sumidxs en la miseria, así como su prolongación. No existen alternativas de cambio real dentro del parlamentarismo. El único método eficaz que tenemos para alcanzar nuestros objetivos es la autoorganización y la acción directa, fuera de los cauces legales que se nos imponen para mantenernos en el redil. Así lo atestigua la historia del movimiento obrero, la cual está llena de multitud de conquistas sociales que si han llegado a materializarse en la legislación ha sido por la ininterrumpida lucha del pueblo que ha atemorado a lxs poderosxs que se han visto en la situación de tener que hacer algunas concesiones al resto de la sociedad para no perecer.
Es en esta tesitura en la que se enmarcan los partidos políticos, instrumentos del Estado que tienen como único fin tener controlada, domesticada y alienada a la clase obrera. Éstas organizaciones son las encargadas de hacer de intermediarias entre las altas instancias y el pueblo (como si éste necesitara a alguien que le condujera cual oveja), destruyendo y evitando así la resolución de conflictos y la toma de decisiones por parte de la sociedad misma, de manera horizontal./> Los partidos políticos suponen uno de los mayores engaños del sistema, sirviendo como apagafuegos de las luchas sociales y de los movimientos obreros y campesinos. Actúan de tal manera que deciden en los asuntos en los que el propio pueblo tendría que decidir con la total autonomía y soberanía que por derecho tiene, pues es él el verdadero involucrado. No hacen más que poner trabas a las ideas e iniciativas de carácter más radical, que suponen una prescindencia de las estructuras jerárquicas de poder a través de la revolución.
Por tanto, el Estado y el capitalismo continuarán venciendo en tanto que la gente siga creyendo y participando en su juego, un juego que, por cierto, se extiende más allá de la vida del parlamento y se encuentra en muchos ámbitos de nuestra sociedad actual, como es la empresa, por ejemplo. Es por ello que aquellxs que queremos ser consecuentes con nuestras ideas revolucionarias no votamos ni en las elecciones políticas, ni en las sindicales ni en ninguna que signifique el robo al pueblo de su legítimo derecho a decidir. Nosotrxs elegimos la organización entre iguales y la aplicación de la acción directa como método de lucha efectiva. />Por ello, invitamos a todo el mundo a asociarse de manera horizontal con sus compañerxs y allegadxs y a no delegar (eludiendo, así, su responsabilidad de un modo cobarde) su poder de decisión en desconocidxs que nada van a hacer por nosotrxs por mucho que quieran o no.
Remarcamos de esta manera que quien hace realmente el juego a la derecha son aquellos partidos «izquierdistas» que sirven de barrera y apagafuegos al movimiento obrero, no la abstención activa que tiene como único fin la liberación del yugo de la opresión histórica del Estado y el capitalismo sobre el pueblo. Nosotrxs no queremos votos, queremos compañerxs, que valen más que cualquier papel o escaño.
Por último, nos gustaría que no os olvidaráis de algo muy importante que jamás deberíamos borrar de nuestra mente: la libertad no se consigue por ninguna votación en el parlamento. La libertad se conquista.
POR LA AUTOORGANIZACIÓN
POR LA ACCIÓN DIRECTA
¡ABSTENCIÓN ACTIVA!